Por: Juan José Rueda
Qué fácil sería si al nacer uno pudiera identificar la diferencia entre pasión y conocimiento. Es la misma diferencia que existe entre un hincha y un sabedor. Entre adorar y valorar.
Por lo mismo, me parece que el aficionado al futbol mexicano no conoce a fondo sobre su deporte y sus coyunturas; lo que no restringe la facultad innata que tiene éste para bancar a muerte a su equipo, su futbolista, su selección.
Argumento no. 1: El aficionado en México, como pasa a nivel mundial, es resultadista. Comentar y analizar en función de un marcador, suele engañar. Ahora bien, en una liga tan irregular como la mexicana, donde cualquiera le gana a cualquiera, el panorama de cada club puede cambiar diametralmente semana a semana.
Argumento no. 2: El seguidor mexicano se compromete con la causa, no con el medio. Con ello me refiero a que el aficionado exige victorias, títulos (lo cual es completamente válido); pero a su vez, esa permanente búsqueda de ampliar la vitrina, de una u otra forma, inhibe que el proceso del joven futbolista, aquel que no es renombrado, conocido o experimentado, tenga la posibilidad de irse consolidando mediante un proceso completo.
Argumento no. 3: ‘Lo que no compete a mi equipo, poco me importa a mí’. Es una realidad que en el futbol, como en la vida, hay prioridades, pero tambien es cierto que, estar al tanto de tu primacía, no te exime de conocer y valorar otras aristas del juego. Al hincha mexicano poco le importa el funcionamiento de otro equipo; demerita a merced y tiene un gran problema para reconocer las virtudes, o incluso la superioridad de ese equipo sobre el propio.
Mi propósito no es ponerme a la afición mexicana en contra, entre otros muchos factores, porque yo soy uno más de ellos. Pero, es una realidad que la ignorancia, que lamentablemente nos embarga como sociedad en general, se extiende también a los valores mundanos y lúdicos.
No por ello somos menos que otras aficiones a lo largo del planeta. Porque al final, el deporte va directo a la emoción. Y la emoción te lleva a la pasión; aquella que es genuina, auténtica e innegociable, y que aquí en México, tenemos hasta para regalar.